Crisis migratoria centro america

 Por años, los migrantes centroamericanos han estado al centro de lo que varios gobiernos estadounidenses han llamado “la crisis migratoria”.

Cada año, miles de ciudadanos centroamericanos intentan cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos. De acuerdo con el Migration Policy Institute, la mayoría de los migrantes son refugiados de Honduras, Guatemala y El Salvador, que huyen de los elevados niveles de violencia criminal y el caos social en los que están sumergidos estos países.

No obstante, solo un pequeño porcentaje de esos migrantes es originario de Nicaragua. El número de nicaragüenses que intenta cruzar la frontera estadounidense es tan minúsculo que rara vez es mencionado en
los reportes periódicos de la patrulla fronteriza de los EEUU.


El ‘país más seguro’ de Centroamérica

Hasta recientemente Nicaragua había evitado los escandalosos niveles de violencia e inestabilidad política que, por muchas décadas, han agobiado a las sociedades del norte de Centroamérica. Esto, a pesar de que Nicaragua sigue siendo uno de los países más pobres de América Latina.

La tasa de homicidios de este país en 2017, por ejemplo, fue de siete asesinatos por cada 100.000 habitantes, una de las más bajas de América Latina. En contraste, en el mismo año, la tasa de homicidios de El Salvador fue de 60 por cada 100.000 habitantes; mientras que la de Honduras fue de 43 por 100.000.

Por tanto, cuando los nicaragüenses migraban, usualmente lo hacían para buscar mejores oportunidades de empleo. Y en lugar de migrar hasta los EEUU, los nicaragüenses se dirigen predominantemente hacia Costa Rica, el país más próspero y estable de la región.

Un estimado de 500.000 nicaragüenses viven y trabajan en el vecino país del sur.

Nicaragua en llamas

Este flujo de migración muy probablemente va a cambiar —si no lo ha hecho ya. Mis años estudiando violencia en Centroamérica me llevan a pensar que las mismas condiciones que han provocado que muchos guatemaltecos, salvadoreños y hondureños huyan de sus países, están echando raíces en Nicaragua ahora.

Desde abril, el régimen de Ortega ha intentado aniquilar a un movimiento ciudadano que pide su renuncia y la de su vicepresidenta, Rosario Murillo. Las protestas estallaron el 16 de abril, luego de que el gobierno anunciase un paquete de reformas al Seguro Social, las cuales incrementarían los costos para los trabajadores y los jubilados.

La policía reprimió brutalmente las protestas y los estudiantes, en respuesta, se tomaron las calles. Al cabo de pocos días, decenas de miles de nicaragüenses estaban protestando en varias ciudades y pueblos del país.

En respuesta, el régimen desplegó a la policía antidisturbios y enlistó a esbirros y grupos paramilitares financiados por el gobierno para reprimir las protestas.

Hasta la fecha, y de acuerdo a Human Rights Watch, las fuerzas orteguistas han asesinado a cientos de personas y herido a más de 2.100.

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